Sirva como ejemplo una muestra de arena seca y suelta sobre la palma entreabierta de una mano, que al deslizar entre nuestros dedos indica claramante σ=0 y s=0. Un suelo de este tipo se denominó «suelo puramente friccionante» o, utilizando un término más actual, suelo granular. Queda claro que este supuesto es un caso extremo y que la mayoría de los suelos existentes se encuentran en un término medio entre los suelos puramente granulares y los puramente cohesivos.
Como hemos dicho, las arenas deformadas bajo esfuerzos cortantes disminuyen su volumen y, por lo tanto, su relación de vacíos, en cambio para arenas compactas ambos aumentan. En este sentido, es de esperar un valor intermedio en el que la arena que lo tuviese no variaría su volumen. Este valor intermedio recibe el nombre de «relación de vacíos crítica» (según A. Casagrande). La importancia de esta relación de vacíos crítica surge cuando se considera la resistencia al esfuerzo cortante de las arenas finas saturadas, sometidas a deformaciones tangenciales rápidas. Si la arena es suelta, al deformarse tiende a compactarse, aumentando la presión neutral en el agua si ésta no drena con la suficiente rapidez. Este aumento de presión hace disminuir la presión efectiva y la resistencia al esfuerzo cortante.
Ahora la pregunta sería: ¿en qué situaciones se producen deformaciones tangenciales rápidas? La respuesta es igual de rápida: en terremotos o grandes impactos. El fenómeno de la licuefacción de arenas viene definido por una disminución rápida de la resistencia del terreno al esfuerzo cortante hasta valores nulos o prácticamente nulos, debido al aumento rápido de la presión intersticial. Esto ocurre cuando el suelo queda sujeto a una solicitación brusca de tipo dinámico, como cuando se produce un terremoto o sismo. Lo que sucede es que la estructura granular del material sufre un derrumbe instantáneo que afecta a masas grandes de suelo, obligando al agua a tomar bruscamente presiones adicionales muy por encima de la propia presión hidrostática, que reducen la presión efectiva a cero. El conjunto se comporta como una suspensión densa y es este comportamiento el que da nombre al fenómeno.
Los terremotos producen una aceleración vertical de la superficie del terreno, pero estas aceleraciones son demasiado pequeñas (como máximo 0.3g) para producir por si misma un aumento de la compacidad del terreno. Los fenómenos sísmicos producen también aceleraciones con componente horizontal que, como ya hemos explicado, dan lugar a esfuerzos tangenciales. Pues bien, la repetición de la aplicación de cargas de este tipo puede puede producir una pérdida casi total de la resistencia al corte, dando lugar a fallas catastróficas durante terremotos. El fenómeno de la licuefacción ha sido bien estudiado por expertos como Seed y Lee (1966), y fue en el terremoto de Niigata de 1964, en Japón, donde se observó y describió por primera vez el fenómeno (ver vídeo). Es en Japón donde se dan los casos de fenómenos de licuefacción, ligados a los terremotos, más espectaculares, aunque también se han dado casos en Estados Unidos y en algunas zonas de Europa
Por esta razón, cuando se producen terremotos en núcleos de población, urbanizados sobre depósitos sedimentarios con características como las descritas anteriormente, se pueden observar cosas tan impactantes como las ocurridas en Niigata (Japón) en 1964, con el vuelco o rotación de bloques de viviendas enteros, o como en el último terremoto que se ha vivido en recientemente en el norte de Italia, donde también se ha observado el fenómeno de la licuefacción.
fuentes: Lambe, Badillo, Rodríguez.